¿Por qué comemos lo que comemos?

El cuerpo no es una escultura congelada.
Es un río de información;
Un organismo que fluye capacitado por millones de años de inteligencia.
En cada segundo de existencia
Estamos creando un nuevo cuerpo.

Deepak Chopra

 

La fuerza interior y espiritual del hombre es suficientemente poderosa como para cambiar hábitos o situaciones que lo dañan, pero por diversas razones nos dormimos creyendo que la solución viene de afuera, sin hacernos responsables de lo que verdaderamente ocurre a nuestro cuerpo, a nuestra integridad humana.

Cuando hablamos de la alimentación, nos encontramos con el gran tema del sobrepeso; problema que afecta la salud física y emocional del hombre en este siglo. Durante este proceso hemos visto imponerse muchas dietas que difieren según la moda: bajas en grasas, bajas en azucares e hidratos de carbono, altas en proteínas, bajas en calorías, etc. o la de la sopa, la del repollo, la de la luna, en fin. Algo dice que los resultados no han sido eficientes y que aún no se ha llegado a ese gran milagro: encontrar el régimen que permita perder el exceso de peso y no volver a recuperarlo jamás. Sabemos que el ser humano en su fisiología, necesita comer muchísimo menos de lo que culturalmente esta acostumbrado a digerir. La pregunta clave es ¿Por qué no somos capaces de comer menos? ¿Por qué dejamos que nos domine el impulso de comer?. He aquí la diferencia entre alimentarnos y comer. Esta actividad representa para el hombre un placer, y es por esto que es una manera  rápida, efectiva e individual de auto-complacencia. Al llevarnos comida a la boca nos entregamos atención, afecto y sensaciones agradables. Sin embargo, las razones que nos llevan al exceso nos hacen ver que existen complejos factores psicológicos que actúan en esta dinámica. Para esto es importante descubrir conocer y aceptar las verdaderas razones por las que comemos en exceso, y que son absolutamente individuales, dependiendo de la historia, la vida y las dificultades que en ésta se presenten. La primera tarea, es entonces, identificar el problema. Algunos ejemplos:

Podemos enfrentar el alimentarnos desde la absoluta “impulsividad”, donde ese alto nivel de energía orientada a la acción, nos absorbe de tal manera, que no se presta suficiente atención al acto de comer, tragando en forma apresurada, o haciendo alguna otra cosa mientras se come. En este acto inconsciente terminamos consumiendo demasiada cantidad y calorías. Así también, podemos utilizar la comida como un método de “relajación” Es decir, adquirimos la costumbre de utilizar la acción placentera de comer, para reducir tensión y estrés. Otros, sienten muchas trabas en enfrentar los problemas y desafíos que se les presentan en la vida, y ocupan el comer como un acto de “evasión” que encubre una angustia más profunda o una situación de vida compleja. También, hay personas que buscan en los alimentos un “estimulante” más allá del aporte nutritivo; se pueden sentir insatisfechos, tristes, aburridos o cansados, y cuando se esta en este estado, es común buscar en comidas calóricas, altas en azúcar y grasas, un vigorizante.

La experiencia dice que no es necesario crear un nuevo ser para perder peso, así también, la relación mente/cuerpo es única y singular, no puede medirse por gráficos o cuadros. Si aprendemos a escuchar esa sabiduría interior y revisamos nuestros patrones de comportamiento, nos vamos haciendo responsables de nuestros hábitos dañinos, con voluntad y auto-observación. De este modo, reestableceremos el ritmo natural, la fisiología perfecta con que la naturaleza nos dotó, y que no responde a los paradigmas sociales, pero si a la salud y el bienestar que acompañan a un peso sano.

Revista Olmué Vive. Artículo primavera 2010.